PARTICIPACIÓN DE LA
FAMILIA
La importancia del
entorno familiar: claves para favorecer el desarrollo.
La
familia, como marco de referencia y elemento esencial del entorno del niño/a
es, conjuntamente con la escuela, el principal agente de la práctica totalidad
de los aprendizajes. El aprendizaje lingüístico no puede sustraerse a este
principio por dos motivos fundamentales, por un lado, conviene recordar que las
personas (salvo excepciones) pasan la mayor parte de su infancia junto a su
familia, si a esto añadimos la gran influencia que ejercemos sobre hijos e
hijas con nuestra actitudes y conductas, quedará claro el papel clave que
desempeña la familia en el desarrollo comunicativo de las personas.
Por
tanto, nadie mejor que la propia familia para con una serie de principios y
pautas fáciles de llevar a la práctica a la hora de comunicarse con sus hijos e
hijas convertirse en un elemento vital para el buen desarrollo del lenguaje.
Con ese objetivo proponemos una serie de orientaciones precisas que se antojan
claves para facilitar una evolución lingüística adecuada, en una doble
vertiente: expresiva y comprensiva. Por ello, debemos poner la máxima
constancia y cuidado en todos los momentos de esta etapa del desarrollo humano.
ü Cuando nos dirijamos al niño o
niña procurar hacerlo con la mayor claridad posible, pausadamente y sin elevar
la voz, de forma que le facilitemos nuestro código de lenguaje adulto a sus
capacidades; lo cual no quiere decir que empobrezcamos nuestra expresión o hablemos
de forma infantil, sino más bien el hacerlo de forma ajustada y precisa.
ü Dedicar el mayor tiempo posible a
hablar con su hijo/a. háblele de cosas que le interesan (juegos o programas
favoritos, escuela, amigos, etc.), procurando el intercambio comunicativo. No
buscar excusas del tipo “no tengo tiempo” siempre hay aunque sean unos minutos
diarios, un momento para ese intercambio. Él lo necesita. Es importante que la
familia disfrute de esa comunicación, propiciando un ambiente distendido y
agradable que posibilite ese intercambio.
ü En el mismo sentidos, déjelo
expresarse y que se sienta cómodo y seguro al hacerlo; muéstrese paciente y
atento a lo que nos cuente, intentando provocar el máximo número de
intervenciones por su parte. El lenguaje como un motor que hay que poner
constantemente en funcionamiento para que sus piezas estén a pleno rendimiento.
ü Evite hablarle en ambientes
ruidosos ya que el ruido distorsiona la comunicación.
ü Procure que la televisión nos
sustituya nunca el diálogo con su hijo/a. buen utilizada y en su compañía puede
resultar un buen medio para enriquecer su lenguaje pero su uso indiscriminado
puede frenar o disminuir la iniciativa para comunicarse con el entorno.
ü Aproveche cualquier circunstancia
y ocasión, de forma natural, para enseñarle cosas y palabras nuevas: en el
baño, la cocina, comentando las ilustraciones de un libro o un álbum de fotos,
un paseo por la calle, etc. Comente cada cosa del entorno que llame su
atención, explicándole cómo se llama, para qué sirve, etc.
ü Puede ayudarle a que construya
bien las frases haciéndole preguntas del tipo: “¿Cómo se llama?, “¿pará que
sirve?, “¿quién?”, “¿Cómo?”, “¿Dónde está?”, etc.
ü No le interrumpa o censure cuando
nos cuente algo aunque no lo haga de forma muy clara. Si no lo dice
correctamente debemos limitarnos a pronunciarlo de forma lenta y clara: si
continúa sin hacerlo bien no se preocupe; es cuestión de tiempo.
ü No permita que, por comodidad,
deje de pedirnos lo que quiere o necesita: no nos anticipemos a su voluntad o a
lo que quiere decirnos. Cuando pida las cosas a través de gestos hay que
esperar a que diga lo que quiera. Hablar aunque lo haga mal.
ü No le imite si pronuncia algo
incorrectamente aunque pueda resultar gracioso; ello refuerza una conducta
negativa y puede influir en retrasos del habla.
ü Huya de conductas excesivamente
proteccionistas. Por ejemplo: darle de comer cuando es capaz de hacerlo por sí
mismo. Puede que, de forma inconsciente haga la siguiente lectura de la
situación: “Si mi mamá me da de comer todavía con la cuchara es porque soy
pequeño: entonces debo seguir hablando como un niño pequeño…” Dotarle de toda
la autonomía posible en éste tipo de actividades cotidianas le ayudará a que madure
su personalidad y, por tanto, su lenguaje.
ü Resulta positivo, siempre que no
se le fuerce a ello, invitarle a la comunicación con otras personas, así como
adquirir ciertos compromisos tales como pedir algo a una persona adulta, hacer
algunos recados o compras, etc. Estaremos incidiendo en la verdadera esencia
del lenguaje: su uso en sociedad.
ü Muchas personas adultas
aprendimos en buena medida a hablar y a sentirnos más felices cuando de
niños/as nos contaban cuentos nuestros mayores. Recuperar esa hermosa costumbre
si es que la ha olvidado, resulta interesante, ya que un cuento o una pequeña
historia aporta valores importantes al lenguaje infantil en cuanto a
vocabulario, construcción de frases, ritmo, musicalidad, etc.
ü Evitar las comparaciones con
toras personas de su edad. A menudo el profesorado escucha cosas como “mi otra
hija comenzó a hablar antes”, o “creo que mi niño/a habla peor que sus amigos”;
recuerde que cada persona es única y que su evolución y tiempo de maduración
podrá ser similar a la de otras, pero nunca idéntica. Si sospecha un retraso
que objetivamente aleja de forma considerable el lenguaje de su hijo respecto a
la media de su edad, no dude en consultar a un especialista en la materia.
ü Si su hijo/a tartamudea, lo
primero que debe tener en cuenta es ser completamente tolerante con sus fallos
y bloqueos, desechado cualquier actitud excesivamente rígida o perfeccionista.
A menudo, los profesionales nos encontramos en la práctica con no pocos casos
donde se da ese fenómeno curioso de que el tartamudeo comienza antes en los
oídos de los padres que en la boca del niño/a. En la primera infancia el
tartamudeo puede ser un síntoma normal de un lenguaje en plena formación. Por
tanto, lejos de ser alarmista, será mucho más positivo que adoptemos actitudes
como las siguientes:
·
No
hacerle observaciones acerca de su forma de hablar.
·
No
censurarle por sus errores o bloqueos ni hacerle repetir aquello que no ha
emitido correctamente.
·
Darle
todo el tiempo y la tranquilidad necesaria para expresarse.
·
Cantarle
canciones y recitar pausadamente con buen sentido rítmico y entonación marcada,
puede ayudarle de forma importante.
·
Si
tiene la sospecha de que su hijo/a no le oye bien cuando le habla, o no le
presta suficiente atención, no dude en acudir a un especialista para descartar
posibles déficit auditivos, si no los hubiera haga, en primer lugar, una labor
de autoanálisis respecto a si la forma de dirigirse a su hijo/a es la adecuada:
¿Le hablo con la suficiente claridad e intensidad?, ¿Capto su atención de forma
adecuada?, ¿Le hablo de cosas que le interesan realmente?. Si una vez
despejados estos interrogantes persisten dudas razonables en cuanto a la
comprensión de lo que le decimos, puede que nos encontremos ante variables que
pueden ir desde un déficit de la atención a un trastorno específico del
lenguaje (o ambos asociados).
·
Cualquier
duda en este sentido puede y debe consultarla a profesionales cualificados
directamente relacionados con este tipo de problemáticas, tales como:
logopedas, psicólogos/as, pedagogos/as, psicopedagogos/as.